La desarticulación del Estado
Ante lo que nos enfrentamos dentro del país me he permitido escribir unas cuantas palabras, aprovechando que por mi parte puedo limitar en su mayoría las salidas de casa. A manera de crítica y con el fin de elevar la consciencia y abrir la discusión quisiera puntualizar una serie de cosas, la primera con relación al Subsecretario de prevención y promoción de la salud, Hugo López-Gatell, y la segunda con respecto a la gestión estatal de recursos y medidas ante el COVID19, esto con el objetivo de señalar correctamente los errores cometidos y, de alguna forma, poder entender los errores que, seguramente, estarán por venir sin dejar de considerar la naturaleza de la lucha de clases.
Una persona que los mexicanos ya estamos habituados a ver es Hugo López-Gatell, aquel epidemiólogo que por las mañanas y tardes da los reportes e información respectiva a la pandemia y a su desarrollo en México y el mundo. De su fama y canonización social no es necesario conversar, pero sí es necesario entender su papel para vislumbrar la problemática en la cual nos encontramos inmersos. López-Gatell es el funcionario público responsable de la Subsecretaría de Prevención y Promoción de la Salud (SPPS), instancia de la Secretaría de Salud que se dedica a establecer, coordinar, dirigir, supervisar y evaluar las políticas y estrategias en materia de prevención y promoción de la salud, control de enfermedades, vigilancia epidemiológica, así como en materia de salud mental, accidentes y adicciones, según la propia página de la Secretaría de Salud. Podría parecer que, con base en dicha definición, López-Gatell y su equipo son, a grandes rasgos, los responsables de salvaguardar y de asegurar las condiciones de salud ante la pandemia. Sin embargo, un breve análisis de la realidad material y del desarrollo histórico de la infección en territorio nacional nos permite ver que, tristemente, no es así. Si bien no se pone en tela de juicio la capacidad de la SPPS, sí debe reconocerse la poca injerencia que ha tenido por dos distintos aparatos que caen dentro de la misma lógica: la ineficiencia del sistema de salud y la ineficiencia del Estado, ambas a manos de la burguesía.
Aquellos que están trabajando por mitigar la crisis no se han encontrado con carencias dentro y fuera de lo que atañe a la salud nada más (recursos, capacidad en sedes hospitalarias, inaccesibilidad, etc...), sino que a su vez se han encontrado con un Estado completamente desarticulado y esto, con el pasar de cada día, es cada vez más insostenible.
Mientras el subsecretario hablaba de las medidas de distanciamiento y confinamiento el presidente y comediante político favorito de Latinoamérica y el mundo, invitaba a las familias mexicanas a salir a comer en grupo, a gozar lo que nos ofrece el país y a no dejar de abrazarse y de demostrar cariño. Una vez más una población que ha recibido de forma hegemónica el discurso de capacidad y amor por parte de su presidente recibe información completamente contradictoria. Expertos han hablado ya de la carencia de medidas por parte del país, y es verdaderamente preocupante que, si bien se habla de confinamiento y hoy, más tarde que temprano, ya hay una iniciativa mínima por pedir a la gente que se quede en casa, estas medidas son insuficientes pues, a diferencia de otros países, aquí nadie ha asegurado nada económica y laboralmente a la población. Y no, esto no es tarea de la SPPS ni de la Secretaría de Salud, es aquí donde el carácter del Estado debería estar articulado para responder, en el plano ideal, pero que en el plano real sólo ha demostrado desinterés por aplicar medidas que verdaderamente cercenen la pandemia y salvaguarden a la población.
¿Por qué? La respuesta es clara, un deseo perenne de acumular capital y mantener la producción acompañado de una completa incapacidad de gobernar, tanto a nivel local como a nivel federal, pues mientras por un lado la presidencia y Relaciones Exteriores (?) han dicho que no habría toques de queda ni medidas militarizadas, múltiples localidades y sus autoridades han decidido sacar a la policía y al ejército para procesar a cualquier persona que salga después de las horas indicadas y, además, se organizan retenes para evitar el paso de distintos recursos a través de las fronteras municipales y estatales, violentando en su totalidad derechos constitucionales.
¿Qué pasaría si una persona necesita asistencia médica, si una persona no puede dejar de realizar su trabajo, pero se le impone una sanción, si la crisis se exacerba y se requiere mayor articulación entre las partes estatales? La respuesta es clara otra vez, caeremos en un ciclo de nunca acabar en el cual las condiciones serán cada vez más precarias para nosotros, los y las millones de trabajadores, campesinos y estudiantes de este país.
Es por ello por lo que es más que necesario entender el funcionamiento y tareas de cada una de las partes del Estado, aunque sea con el único fin de criticar su funcionamiento como un Estado burgués, pues así es como podemos realmente exigir lo que requerimos y señalar a los culpables de la crisis más allá de un argumento antisistema vacío que pone en riesgo el porvenir y no es, en lo más mínimo, revolucionario. Debemos elevar nuestra capacidad de análisis tan alto como sea necesario para atravesar las distintas adversidades que se presentan, disecar con una rigurosidad quirúrgica la realidad y sus distintos tejidos para desenmascarar falsedades sistemáticas y auscultar en la medida de lo posible la frecuencia y latido de los actores históricos en todos los procesos en los que nos vemos inmersos.
Por ello hoy es más que necesario realizar un diagnóstico y hacerlo con firmeza y total claridad, el diagnóstico de un Estado desarticulado y convaleciente lidiando contra una crisis, a manos de un grupo minoritario totalmente desinteresado en la calidad de vida de la mayoría de este país que sin importar la capacidad o buena fe de las personas trabajando no puede ni podrá resolver nada sin antes sacrificar la vida de miles, sino es que millones, pues en su maquinaria no cuenta con la visión del colectivo, pero sí con la visión de la explotación.
Siento profunda lástima y tristeza por aquellos que dentro de instancias de salud, desde hospitales hasta laboratorios, están procurando trabajar con los pocos recursos que existen, ya sea a nivel local o estatal, y a su vez dicha lástima y tristeza se extiende a todos nosotros, pues el futuro es incierto y hasta hoy, con más de 1,000 infectados y 28 decesos, la crisis sólo comienza, no se ha asegurado apoyo económico para nadie más que el empresario y las nuevas y viejas contradicciones seguirán golpeando a los mismos y mismas de siempre: Nosotros.
Panorama complejo, mas no desolador, pues sirve de recordatorio de la necesidad histórica más grande de cambio y, a su vez, del gran poder de la organización popular y el estudio de las condiciones.

Por Ángel G. Alva
Estudiante de medicina de la UNAM, parte del Frente Estudiantil Médico.
Marxista-Leninista