LOS MITOS DE LA POLICÍA
Imaginemos la siguiente conversación. Dos amigos hablando sobre temas varios. De repente, uno de ellos menciona o pregunta acerca de las protestas que acontecen actualmente y de las muestras más notables de repudio hacia la brutalidad policial. El otro, llamémoslo José, escucha atento hasta que tiene la oportunidad de hablar, entonces menciona las siguientes palabras:
Bueno pero al final los policías son seres humanos, no merecen que los golpeen así.
Esta afirmación es muy común y se encuentra profundamente arraigada. Lo primero que habría de plantearse es qué es exactamente un policía y cuál es su papel en la sociedad actual. Afirmar la humanidad abstracta en una sociedad históricamente determinada entra en el campo del humanismo burgués, que considera lo "humano" como universal y eterno, inmutable, una esencia que comparte cada uno. Sin embargo, no existe lo "humano", sino lo humano históricamente determinado, a través del modo en que producen su vida material, de la división social del trabajo y finalmente, con el surgimiento de las clases sociales el propio surgimiento de una sociedad de clases definida, en la que cada ser humano forma parte de una clase social específica, donde una, dueña de los medios de producción ejerce su dominio sobre otra, la clase desposeída que al mismo tiempo es quien produce la riqueza social. Para que esta clase dominante, llamémosla ahora burguesa, puede mantener su dominio es menester de ella ejercer el poder político a través de un Estado definido, que le sirve para imponer y mantener sus intereses de clase. Dentro de este Estado existen diversos grupos que le son necesarios para que el Estado siga cumpliendo su función; la policía es uno de esos grupos, destinados a la protección de los intereses y ganancias de la burguesía y cuya existencia se condiciona a estos. El actuar en conjunto de los cuerpos policiales responde exclusivamente a estos intereses y su rol dentro de la sociedad es, obviamente, el de represor, el de un cuerpo destinado a la brutalidad en pos de la protección de una clase social determinada.
Por lo tanto, el policía no es un "ser humano" en abstracto, es alguien que, como parte de un cuerpo de represión estatal, hace su trabajo en función de los intereses de la burguesía, no en pos de un interés "humano" en general, ni en pos de la "sociedad humana", como a algunos adalides de la ciencia social burguesa les gusta vociferar. La policía representa justamente la, llamémosla, "cara represiva" de la sociedad burguesa, la propia brutalidad y la injusticia que emana de ella y es la cara más visible de este aspecto, por lo que no es una necedad que contra ella se muestren los más marcados actos de repudio, que finalmente se traducen como parte del repudio general que se tiene hacia la sociedad capitalista.
José se rasca el cabeza, pensativo. Intenta hablar y finalmente dice.
Bueno, pero hay policías buenos y policías malos. Hay unos que seguro hacen bien su trabajo.
Realmente, todos los policías hacen bien su trabajo, ya que, como hemos estipulado anteriormente, su trabajo consiste en la represión y la defensa de intereses de clase particulares y generales. El trabajo de la policía, a diferencia de la muy difundida concepción de que es estrictamente "proteger y servir" a la población, se trata realmente de "servir y proteger" a la clase burguesa, por lo que las muestras de represión y brutalidad en vez de representar una desviación del propósito original de los cuerpos policíacos es realmente la esencia de su trabajo. Sin embargo, como en los casos presenciados recientemente, vemos superficialmente que estos policías no actúan "colectivamente", sino que a simple vista son casos aislados, por lo que la concepción del buen policía y el mal policía se puede inferir de manera mucho más sencilla, y es aplicado generalmente a todos los casos de brutalidad policial. Es menester nuestro decir algo acerca de esto. Estos casos que parecen individuales son, de nuevo, la norma dentro de la policía. Representan el propio poder que poseen los cuerpos policíacos dentro de la sociedad. No importa realmente si actúan como el conjunto de la policía o como policías aislados, continúan teniendo la misma naturaleza de su trabajo, aunque sean apreciables simplemente como actos individuales. La prueba de esto es el poder en que cada policía se siente como parte de este cuerpo, lo que conlleva el uso de la fuerza desmedida, de los golpes, las amenazas y la intimidación, algo que sienten como parte del trabajo que deben realizar, y que realmente es su trabajo.
Para el caso del buen policía, normalmente suelen basarse en las excepciones, en casos de policías con un actuar comunitario y sensible, que realmente ven su trabajo como un trabajo necesario para un "buen funcionamiento de la sociedad" y que consiste en la protección de los miembros de ésta. No negamos que existan "excepciones" a la norma policial, o que existan individuos con "buenas intenciones" dentro de ella, pero, finalmente, las buenas intenciones no cuentan respecto a la intención real, o el cómo se manifiesta dicha intención, ni tampoco se debe juzgar el conjunto con respecto a la excepción, porque ésta queda como tal. La "buena intención" se diluye completamente en el objetivo real de la policía. No juzgamos a este cuerpo por excepciones, y entendemos que los actos individuales de brutalidad, no son la excepción, sino la norma.
José vuelve a quedarse pensativo. Apoya el codo sobre la mesa y la barbilla en su puño. Parece entender poco a poco. Finalmente rompe el silencio:
Bueno, pero si los manifestantes usan la violencia contra los policías, son igual o peores a la policía.
Solamente esperábamos esta respuesta, la que vuelve a incurrir en el moralismo burgués humanista y que equipara, de forma metafísica y arbitraria todo tipo de violencia, ya sea aquella que proviene del poder organizado de la burguesía o aquella que proviene de los oprimidos, de las clases desposeídas. Esta afirmación llega a ser mucho más peligrosa que las anteriores, pues normalmente se admite, consciente o inconscientemente la naturaleza represiva del aparato policial pero se preconizando a la violencia como algo repulsivo per-sé y acaba cayéndose en un pacifismo abstracto y completamente alienante.
No es muy difícil hacer una diferenciación entre la violencia que aplican los cuerpos represivos del Estado, es decir, la del poder organizado de la burguesía, con la violencia que ejercen los oprimidos, ni a qué va encaminada cada una, pero es necesario recalcarlo para romper completamente con el mito de que "la violencia no soluciona nada" o que toda violencia es equiparable. Como hemos venido remarcando anteriormente, la violencia organizada de la burguesía tiene como objetivo la defensa de los intereses y las ganancias de dicha clase social, el seguir manteniendo la dominación de clase y que la lógica del capital continúe reproduciéndose en todos los niveles en que se reproduce (lo que equivale al total de las relaciones sociales). Es una violencia que refuerza la explotación y las opresiones de distintos tipos dentro de la sociedad de clases y que preconiza su perpetuación.
A esta violencia, normalmente, no le responden dentro de las clases desposeídas una actitud de diálogo y paz, sino que se responde con violencia, normalmente de forma espontánea y desorganizada, pero cuyo núcleo continúa siendo el rechazo a la violencia represiva, a la perpetuación de las relaciones sociales actuales y hacia los cuerpos que posibilitan éstas. Los actos de violencia por parte de aquellos que sufren diariamente tanto la brutalidad de la policía, como más específicamente la brutalidad militar y patronal no son actos que reproduzcan el mismo tipo de violencia que ejercen los cuerpos de represión, sino que forzosamente van en contra de estos y de la violencia que ejercen diariamente. Son muestra de la lucha en contra del capital y su dominio, y de todo lo que éste dominio representa, y ultimadamente, el derrocamiento violento de la burguesía y la destrucción de su poder político organizado dentro del Estado representan la total ruptura con la sociedad antigua, destinada a desaparecer. El derrocamiento del poder de la burguesía no puede ser sino mediante la violencia organizada, esta vez de parte de la clase desposeída y en pos a la desaparición de la sociedad de clases, y hasta que esto no sea cabalmente entendido, seguiremos moviéndonos de un lado a otro en las distintas concepciones burguesas acerca de la violencia, la humanidad, la paz y las "formas correctas de manifestarse", concepción que merece un artículo aparte. Para la burguesía y sus adalides son intolerables las muestras de violencia y hartazgo popular, tanto porque se alejan de sus concepciones sobre "buenas manifestaciones" y la normatividad burguesa, como porque son muestras de la respuesta hacia la violencia que ella ejerce, y que finalmente, son muestra también de la violencia organizada que debe derrocarla.
Condenar la violencia ejercida contra los policías y el repudio general hacia los cuerpos represivos del Estado equivale a condenar la lucha de las clases oprimidas por su liberación y a negar la posibilidad de dicha liberación.
Si Marx y Engels nos permiten, citaremos sus palabras:
"Para nosotros no se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva".
José, finalmente, se encoge de hombros y parece entender. Continúa tomando su bebida, mientras sopesa cada palabra de la conversación. Aún le quedan dudas, pero su concepción inicial se ha transformado.
Nos dejamos varias cosas en el tintero, que merecen un análisis mucho más profundo que la simulación de una conversación de café (como, por ejemplo, el muy difundido tema entre supuestos marxistas sobre si la policía es parte de la clase obrera, sobre las "formas correctas de manifestación" o sobre la propia concepción del derecho penal. Cada una será salda a su tiempo).
Por: Uriel Gutierrez - Brigada Comunista